El día que a Don se le ocurrió forzar la cerradura para colarse en casa del musculoso Diego, debió asegurarse de dos cosas: de que no estaría dentro... y de que nunca se debe robar en casa de un policía.
Al salir de la ducha y ver al joven delincuente con las manos en la masa, Diego le agarra por detrás dispuesto a darle una lección. “¿¡Como se te ocurre entrar en la casa de un policía??!” le grita al asustado Don, que intenta razonar con él para que le deje marchar.
“¡Mi casa, mis reglas! “ le responde Diego enfadado. “¡Ahora vas a tener que comerme el rabo!” le dice, obligándole a abrir la boca para follarle la garganta.
Una vez le ha obligado a desnudarse y a engullir su rabo hasta las pelotas, Diego le empuja sobre el sofá para empotrarle a cuatro patas. La gruesa verga de Diego se abre paso dolorosamente y sin contemplaciones en toda su longitud, hasta las pelotas pese a las quejas del ladronzuelo.
El policía le recuerda que es él quien manda allí y le tira de lado sobre la cama para seguir follándoselo por detrás, agarrándole por el cuello con las dos manos sin dejar de embestirle profundamente, asegurándose de que le duele y aprenderá la lección.
Diego sigue destrozándole el culo, haciéndole morder la almohada: “¡Toda dentro!¡Te has colado en la casa equivocada, cabrón!” le recuerda empotrándole aún más fuerte. “¡Te voy a llenar el culo de leche, pero antes voy a follarme bien ese culito!” le dice follándoselo cara a cara.
Don se ve obligado a cabalgar sobre la gruesa verga de Diego y su polla gira como las agujas de un reloj con el trote que lleva, admitiendo que ya no le duele. “¿Así que te está gustando?¡Se supone que esto es un castigo!” responde Diego molesto, sin dejar de follarle. Don deja caer su culo con fuerza para sentir ese pollón bien adentro y es obvio que está disfrutando del castigo.
“¡Vas a salir de aquí gustándote las pollas!” le dice Diego antes de desmontarle para seguir follándoselo cara a cara con la misma agresividad hasta que saca su rabazo para correrse entre las piernas de Don y meterlo dentro otra vez.
Las potentes embestidas de Diego mientras Don se masturba hacen que un potente chorro de semen caliente salga disparado por encima de su hombro, impactando en su boca y salpicando todo su torso, desde el cuello hasta el pubis.
“¡Venga levántate!” le ordena Diego tras darle una bofetada en la cara, pero cuando el descarado niñato le pregunta si puede darse una ducha, el cabreado policía le tiene reservada una sorpresa: llama a dos de sus colegas para que se lo lleven detenido por robo.
¡Don no habrá tenido mucha suerte con el botín, pero sale de allí con el culo bien servido!
No se puede ver